lunes, 2 de febrero de 2009

Ni huyendo ni a la deriva.



Tour Brasil 2009 Sexta Etapa (Santa Inés, Oricurí, Picos, Salgueiro, Custodia, camino a Recife)

La música es un viaje pero no necesariamente un viaje es música. Es una forma un poco negativa de empezar pero me ocurre que estoy aún enredado en la problemática del tiempo y cavilo sobre el sentido que tiene hacer crónicas de viajes y música.

Viajes y música dos formas exquisitas de vivir el tiempo. La crónica (del griego khronos: tiempo) es la relación de lo que ocurre en el tiempo. Una crónica es por fin una relación subjetiva de los acontecimientos acaecidos en un cierto tiempo. Vivo para contar lo que vivo y lo que vivo es la belleza transida de formas, sensaciones y emociones en lugares y sonidos. Una cónica de viaje es lo más cercano a una poética del yo. Vivo mi tiempo. No estoy huyendo ni a la deriva pudo ser la costa del Adriático, pudo ser música punk. Es lo que quise que fuera y lo que quiero que sea. Constato en mi arrogancia que soy insoportable.

Otra de las cosas que me transforman en un ser insoportable es un equilibrio social que adquirí gracias a mi capacidad para surfear en la inestabilidad y la frivolidad.
Estoy en Santa Inés y ya tengo una primera noción de dos cosas que voy a nostalgiar de Brasil. Primero la costumbre no muy estética pero si saludable y secretamente placentera de escarbarse los dientes con un palillo de madera después de comer y segundo el sabor insólito y maravilloso de la Fanta Uva, una bebida que sería un extraordinario éxito como experimento de consumo en Chile. Al pasar recuerdo un viejo chiste judío que dice: “hay cosas que nunca se sabrían si no porque fueron secretas”.

Mientras avanzo por estos 2200 kilómetros pienso en hacer un remake de la película Fata Morgana de Werner Herzog. Atravesar Brasil haciendo un barrido con cámara al hombro mientras se suceden uno tras otro los caseríos y poblados levantados en las llagas de arcilla roja que le hizo el hombre a la selva en la Amazonia y al páramo sediento en el Nordeste. Imagino reemplazar las dunas de la versión original por el mapa que propone el cielo entre las ramas y el follaje de la tupida selva. Descubrir la sensualidad y la sensación elemental de este lugar excesivo. La voluptuosidad desbordada de los ríos, animales y árboles. El clima dominando el paisaje, como una componente síquica que modela el resultado de toda forma de vida.
La algarabía de las aves y el canto de un río con su corriente de aspecto calmo y secretamente poderoso en su hondura, preceden la aparición de una voz en off leyendo un códice oculto por muchos años que contiene el culto más antiguo y aún en práctica de las religiones mesoamericanas originarias. Exaltar la creación, el frenesí de los dioses por hacer algo perfecto y la torpeza y el absurdo de la humanidad en medio de toda esta turgencia.

Ya pienso en la banda sonora, 3 na Massa, Curumin, Costa a Costa, Marcelinho da Lua, Bezerra da Silva, Cassia Eller, Mestre Ambrosio, Antonio Horrencio, Dona Zefinha, Facada, Martinho de Vila.

Una canoa abandonada deslizándose hasta una catarata y la imagen repetida incansablemente de la caída en el vacío. Toma siguiente. Un vapor remontando la corriente de algunos de los afluentes del Amazonas. Voy construyendo mi película, una road movie de la desmitificación turística de Brasil y que da paso a la belleza cruda de lo que no queremos ver, afirmada en un texto apócrifo quizás que habla de la fundación del mundo y de las cosas y de la naturaleza brutal de la existencia condenada a la muerte. Un canto y un alarido, un poema conteniendo las imágenes más solitarias y dolientes de la tierra y la humanidad asediadas por el peligro que comportan en si mismas.

Intento extender este ejercicio hasta llegar a Recife. Combatir el tedio y la incomodidad creando e imaginando. Se suceden caseríos, poblados, pueblos y ciudades. La música en las pousadas va evolucionado lentamente desde la brega, el choro, el carimbó, las guitarradas, hasta el baión agitanado y el forró nordestino.

Pienso que estoy donde quiero estar, en Recife, capital del estado de Pernambuco, ni huyendo ni a la deriva sino porque aquí quiero estar. Desde el piso 24 del edificio Marajó en la Praça 13 de Maio en pleno centro de Recife y albergado por la bella Luciana Abreu, miro una panorámica de la ciudad durmiente, sonrío y recuerdo a Fernando Pessoa en su heterónimo de Alberto Caeiro:
“As coisas não têm significação: têm existência. / As coisas são o único sentido oculto das coisas”

Recife, Pernambuco.
1 Fevereiro 2009

Dj Negro Pésimo
www.myspace.com/djnegropesimo

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