sábado, 7 de febrero de 2009

estar vivo es un lugar común bastante singular


Comentario al Tour Brasil 2009 Octava Etapa (Recife, Olinda, Pernambuco)

Que nadie se atreva a decirme que la vida no es un cliché. Estoy en la playa Boa Viagem de Recife en una de las barracas o kiosco bar en la orilla de la playa. Me pido una caipirinha con cachaça Pitú, el barman me vió venir y puso Legend de Bob Marley. La playa está desierta, lo filmo mientras prepara el trago. Estoy en eso y se acerca una chica salida de la nada a pedirme un cigarro. No es la más grande belleza pero sabe a lo que va. Me sonríe, la música cambia a Don’t worry be happy de Bobby Mc Ferrin, parece un sketch y lo filmo para que me crean. Una maldita postal en la que yo soy el turista, la víctima de un gag ya aprendido de memoria. La chica se pasea a mi alrededor esperando el gesto, la palabra que le permita fijar una tarifa.

Paso de largo por esta historia de la que ya me sé el final. Apuro el trago y me voy a pegar un chapuzón para enfriar la situación. Me despierta y me enfría más que el mar tibio del Atlántico, el estado de alerta esperando en cualquier momento el ataque de un tiburón. Error, los tiburones están fuera del agua. Estar vivo es un lugar común bastante singular.

El bar Boratcho es el único bailable de los 4 que están en el patio al fondo de una galería pasillo llamada Joana D'arc en el sector de Pina. La galería o pasillo en verdad es el epicentro de la moda alternativa de recife, 6 o 7 tiendas de diseñadores jóvenes en su mayor parte inspirados por las coloridas vestimentas tradicionales con marcado acento afro pero mixturados con la vanguardia urbana y donde los estampados con motivos étnicos y florales o el patchwork son por lejos el lenguaje común que los comunica. Volviendo al bar, me tocó compartir allí con Vj Leo Antunes, Dj Tales Siqueira (mi anfitrión) amante de los world beats y con Dj Felipe Machado la estrella local del mash up. Una fiesta llamada Difusora que se realiza una vez por mes en lugares diferentes y que convoca en forma especial a la elite artística y de las comunicaciones. Compartí con importantes productores, músicos y artistas plásticos de la ciudad. En verdad para ellos es una apertura a un universo nuevo y desconocido después de toda sus vidas de la riquísima pero autoreferente música brasileña. Para mi igualmente, el botín de incorporar a mi set sonidos de fanfarrias de frevo nordestino, el baion con influencias gitanas y el forró que es un ritmo que siempre me había cautivado.

Estamos en plena época de precarnaval y la ciudad bulle con las presentaciones y ensayos de los blocos, me voy enterando de los detalles sabrosos como las bebidas que se consumen en carnaval, estimulantes en base a aumento de las dosis de cachaça potenciadas con hierbas como el pau de indio o francamente explosivas como el azogue que es sencillamente cachaça y pólvora. La mitología local habla de los carboclos, mestizos que trabajan en la zafra ( el corte de caña) y que agotados por su trabajo y pobreza durante el carnaval para hacerle aguante a los días de baile y trabajo consumen grandes cantidades de estos elixires diabólicos para mantenerse bailando como zombies borrachos. Me cuentan de una droga de fabricación casera en la periferia marginal se llama Loló, se inhala en pañuelos o en la manga y es un estimulante y alucinógeno hipersensibilizador que es un pariente pobre del famoso Lanza Perfume. Por esa calle igual pasé de largo.

La gastronomía típica se abre a mi y yo en todos mis sentidos me dejo ir y experimento desde los petiscos callejeros hasta la mesa de mantel largo con finas preparaciones de recetas nordestinas. Entre las delicias máximas en las calles de Olinda, la tapioca de Erika, con queijo quente, charque (carne seca y salada) e pimienta (en verdad ají diría yo), preparada a la plancha y con manteca. En el bar Largura de Recife sector aledaño al Parque Jaqueira, bar que claramente debe su nombre a Una insólita construcción de 2metros de ancho y 50 de fondo la mitad de los cuales es un patio en el que me senté y probé la mandioca cocida con carne de sol ( carne secada al sol) en un pocillo un consomé del jugo de otra carne guisada y mezclado con harina de mandioca como un ulpo, todo bañado en aceite de mantequilla y con cebolla pimiento y pomodoro todo sofrito. La cerveza se hace necesaria y obligatoria. Los platos de etiqueta fueron un sabroso puré de castañas de cajú y camarones llamado Vatapá con pescado del rio Amazonas llamado Tambaquí preparado a la plancha y encostrado en sal, harina de maíz y coco rallado. De mejor a increíbles van sucediéndose las sensaciones. Licuados de mango, guayaba y berries locales con leche condensada y hielo frappé refrescan y amenizan las tardes.

Un famoso y ya difunto roquero brasileño Raúl Seixas dio origen a unas de las costumbres más graciosas de la música en vivo en Brasil. Cuando el tocaba sus riff metaleros y la hinchada enardecida quería más power le gritaban Toca Raúl, pues bien cuando un artista está haciendo un repertorio aburrido o sencillamente no alcanza el nivel deseado, no falta el grito enajenado y apasionado : “Toca Raúl” y detrás la carcajada general y después el coro ya liberado de “Toca Raùl” acompañado de palmas hasta bajar al latero del escenario. Ese día le tocó a la Banda Caetano , una correcta -como siempre suelen serlo- banda de covers de Caetano Veloso que tuvo la mala fortuna de ser la 3era banda para telonear a Gilberto Gil frente a un público ya un poco impaciente después de 3 horas de artistas previos, João do Morro, Maracatú do Morro y los mentados Banda Caetano. El grito de “Toca Raúl” nos interpretó a todos. Thalles que me contó el significado me dijo que el protagonizó el grito frente a un deslucido Bob Dylan teloneando a los Rolling Stones. Me contó y se persignó pidiendo perdón como sabiendo que había cometido un sacrilegio necesario en ese caso, cuando la espera de los Rolling Stones no bancaba màs Blowing in the wind. Como dijo el sambista Wilson Simonal: “Quem não tem swing morre com a boca cheia de formiga”.

Sentado con mi notebook en la terraza con luz de luna y vista a la ciudad desde la altura repaso los exquisitos momentos desde que subió al escenario Gilberto Gil con una banda perfecta ténica y emocionalmente hablando. Repasé las etapas. Saber quien es Gilberto Gil, haberlo escuchado, que te guste, haber ido a un concierto y compartir un instante con él. Después de la última étapa tuve un flashback a mi infancia que me permitió entender lo que estoy viviendo. Me ví de 4 o 5 años sentado en el suelo con una torre de discos de vinilo de mi padre pasando las horas en que otros niños jugaban frente al modular Gründig escuchando un disco tras otro, extasiándome en melodías y ritmos tan variados como el Coro del Ejército Soviético, Jefferson Airplane, Los Indios Tabajaras, Roberto Carlos, Jimmy Hendrix, Quilapayún, Herb Alpert y su Tijuana Brass, Monti, Tchaikovsky, Freddy Quinn, Fausto Papetti, The Who, Bert Kaempfert, Serge Gainsbourg, etc…
Me ví también acampando con mi hermano a los 11 años solos en una playa aprendiendo a valernos por nosotros mismos, a superar el miedo y las necesidades, sin lujos ni sobreprotección, entregados a la escuela de la vida. En esos puntos de inflexión de mi vida se fundaron los cimientos de la pasión por el arte y dejé de ser un turista para transformarme en un viajero y un pionero. Nadie puede decirme que la vida no es un cliché, llegado este punto por pudor y decencia y porque respeto la vida íntima de un artista, rehusé la posibilidad que me daba la vida de permitirle a Gilberto Gil escuchar una de mis imbecilidades clásicas y frente a un artista de su trayectoria sólo me permití sonreir y devolverle todo los “parabems” que me han dado para felicitarme cada vez que termino mi set durante esta gira. Me siento muy vivo y estar vivo es un lugar común bastante singular.


Dj Negro Pésimo
www.myspace.com/djnegropesimo

miércoles, 4 de febrero de 2009

Todo lo que puedo decir antes de morir.



Comentario al Tour Brasil 2009 (Recife, Olinda, Pernambuco)


Recife. Pudo ser Venecia o Amsterdam.
Antes de tocar en el bar Quintal do Lima repaso mi día y comienzo a escribir de esta ciudad increíble. Vengo de comer en Bar Central, me pido un whisky y miro el cielo que cada ratos deja caer unos lagrimones calientes. Comienza a sonar la banda invitada: A Roda, una sonora de afrobeat sicodélico como no existe en el mundo. Un equipo de batería, 2 percusionistas, bajo y teclado hacen la base como una máquina de relojería poseída por el Dr. Hoffmann. Sobre esa rítmica delirante , dibujan sus descargas los bronces como rescatados del Groove Californiano de los 70, enloquecidos a ratos como en las sesiones más crípticas de Ornette Coleman y su free jazz, muy folk nordestina, a veces balcánica o jamaicana. Un guitarrista virtuoso que repasa las mejores armonías de la guitarrada en clave funk y dub. Para cerrar el equipo un frontman de gafas oscuras sentado y casi sin darse cuenta que hay un público allí experimenta con las vocalizaciones más sensuales, guturales y lisérgicas. Nunca ví tanta onda, tanto Groove, tanto jeito. Una hora en la que viajé dentro del viaje.


Mi método para conocer un lugar es caminar siguiendo lo que llama mi atención. Inevitablemente voy más allá que las guías de turismo y mi tendencia natural a la exageración me hacen caminar trayectos que un metro u ómnibus me ahorrarían por un precio insignificante. Entonces mi metodología no es el ahorro ya que el monto ahorrado es marginal y la fatiga a veces bien vale 100 veces el costo de subir a un transporte pero he aquí el portento, en estas rutas ilógicas, caprichosas y caóticas descubro el espíritu del lugar. Si o si recorrí las costaneras de los ríos que dividen la ciudad, llegué al estuario, caminé por la orilla del mar, atravesé el puerto, entré a las antiguas bodegas que serán los espacios culturales que Recife necesita para seguir erigiéndose como un destino de turismo artístico cultural. En Recife Antico estuve en el observatorio que iba a ser la oficina de René Descartes si no hubiese muerto y que actualmente es ocupada por la Secretaría Municipal de la Música. Estuve en la Sinagoga que fue la primera de toda América y según me cuentan fue modela de la sinagoga de New York. Las calles de Recife Antico me recuerdan a Holanda y Bélgica. La alzada de los edificios angostos y elevados entre 4 y 6 pisos. Según mi documentación posterior supe que la ciudad efectivamente estuvo dominada por los holandeses y bajo la administración de Mauricio de Nassau alcanzó el esplendor arquitectónico y artístico de la ciudad. Sin embargo los balcones de fierro fundido me devuelven a España y Portugal. La Plaza del Arsenal, una convergencia de varios callejones que forman un punto neurálgico de actividad bohemia.


En la esquina de esta plaza, me senté pedí una tilapia con crema de alcaparras, arroz y batatas fritas más un refrescante guaraná amazónico. Mientras contestaba a mi amigo con quien me había encontrado en el Forte das Cinco Puntas y que me había dado una carona (aventón) hasta el centro, como es que se me ocurrió ir caminando a través de Santa Maru una favela ultraviolenta de la ciudad. La verdad aquí concurrió el azar más que todo. Yo no sabía donde estaba, sólo caminaba. El miedo lo disipo con la certeza de que lo peor que me puede pasar en la vida, me ocurrirá de todas formas: morir. Entonces camino sin imprudencia pero con seguridad como si toda mi vida hubiese transitado esas calles, con respeto y admiración, jamás trayendo el miedo que es como un fuego a los polvorines de la marginalidad. Todo lo que puedo perder ya lo tengo asumido como pérdida y disfruto los segundos adicionales de vida desde que nací.


Así voy recorriendo las calles solo y dialogando con la muerte, mi buena amiga, mi inmadura amiga con la que correteamos y jugamos por las calles agrestes del mundo y nos vamos escondiendo y encontrando el uno al otro y reímos y nos hacemos bromas hasta que uno se enoja por un rato (de verdad casi siempre por culpa del amor y las mujeres, ya saben que la muerte es celosa) y nos esperamos en un café intentando calmar la intranquilidad que nos provoca la ausencia del uno al otro.



Olinda. Patrimonio de la humanidad.
Estoy en la terraza de la Bodega de Veio en la Rua do Amparo en Olinda, Cidade Alta. Estoy haciendo de Selector, tocando vinilos que repasan la historia de la música brasileña. Bezerra da Silva, Pinduca, Alceu Valenca que vive en esta misma cuadra, Luis Gonzaga, Jorge Ben, Eumir Deodato, Joao Donato. Hay un clima de relax insólito. Está Dj 440, Dj Incidental, Teresa que es azafata gringa, Nazaré una chica muy guapa de Recife, unos belgas y amigos olindeños. La terraza es la caseta de Dj y la onda está en la calle hacia donde apuntan los parlantes. Recordé mis primeras fiestas de niño dj en San Pedro arriba del techo la cuadra cerrada en fiesta y la gentileza de mi padre una vez al año de prestar sus parlantes Marantz y su extraordinario en ese entonces equipo modular, el único de la ciudad.


La Bodega de Veio es un almacén de barrio donde venden lo inimaginable, desde los grabados de Borges, xilografista característico de Olinda que le dio una identidad gráfica al lugar, hasta petacas de tragos, poleras de la Orchestra Contemporanea de Olinda, Abarrotes, Charqui, vino chileno, golosinas, literatura de cordel (poesía popular impresa artesanalmente). En la pared hay banderines, afiches, un altar a Chico Science. Fotos de miles de famosos brasileños con la polera de la Bodega de Veio. Pongo un par de temas y me siento a escribir con mi petaca de whisky y mi agua mineral.


Hoy estuve en el lugar en que murió Chico Science. Hoy entendí un poco más de la repartición que hicieron holandeses y portugueses en este lugar. Me enteré de porque los tiburones aman estas playas y sus sabrosos surfistas. A mi manera tuve un intenso día de instrucción cívica pernambucana.


Acaba de entrar a la terraza un señor de unos 75 años con sus vinilos bajo el brazo, pide permiso y le entra con “meu zapato cha furou” de Clara Nunes. Yo sigo escribiendo en medio de este paraíso terrenal, absorto en la visión de mundo del olindeño. Se acerca Teresa y me habla y rápidamente llegamos a esos diálogos tipo Tarantino dónde ella me dice : “es increíble que hay gente de Recife que no conoce Olinda” yo le digo: De dónde eres? –ella- Orlando, Florida. Le tiro por si resulta: Y tú conoces Disney? –No, me dice. – Ya ves , le digo. Ella agrega : tienes hijos? – Le digo que no aunque si tengo uno para ahorrarme las explicaciones. Vuelve al embate y me dice pero si tuvieras los llevarías a Disney? Y yo ya cansado del toreo de gringa y las verónicas fáciles y de esconder la espada le largo un: si tuviera los traería aquí, jamás pensaría en llevarlos a Disney, podrías ir a conocerlo, para que sepas el daño que le hacen a la humanidad. O sea, Blancanieves sangraba en el piso y yo seguí tomando mi whisky.


La gente canta y baila en la calle pero nada de escándalo algo muy familiar cotidiano. Pasa un carro de policía, le abren paso en la calle abarrotada de tertulios y bailarines. A nadie le importa, hay más gente preocupada de un equilibrista que cruza de una vereda a otra o de un balcón a otro más bien por un tenso cable de acero, lo hace haciendo un gag de borracho. Extraordinario. Los policías se bajan a mirar. Suena “Nao Adianta nada” de Roberto Carlos. Cada vez circulan más rubias bellísimas, parece que cerraron Disney. Ya no recuerdo que canción seguramente Bezerra da Silva el malandro de la samba dice: “tudo o que eu gosto e inmoral o ilegal”.


Pienso en toda la gente que no soportaría -por contextura moral o mental – de esta vida vivida como si fuera eterna a sabiendas de que no lo es. Sentarse a beber, a oir música vieja en tocadiscos, fumar cosas que pagan y que no pagan impuestos, hablar con desconocidos -idealmente del sexo opuesto- sobre el mundo, sobre lugares y cosas bellas y fútiles como la vida.


No sé como llegué hasta aquí si nunca hice lo que me sugirieron. Nunca hice lo que se supone me haría feliz.


Tomo agua de coco para hidratarme, las horas pasan despacio y llenas de sutiles y suaves sensaciones. Será esto la paz?


En esta calle de Olinda, se respira sexo, se respira música, se respira humanidad, se respira la alegría de cabalgar el desencanto. No hay más por hacer. La piel quemada por el sol se siente estirada y reseca. Olvidamos cambiar el disco y suena el clásico sonido de huevo frito dando vueltas a 33 1/3, la velocidad crucero de la felicidad. Es todo lo que puedo decir antes de morir.

Dj Negro Pésimo
www.myspace.com/djnegropesimo

lunes, 2 de febrero de 2009

Ni huyendo ni a la deriva.



Tour Brasil 2009 Sexta Etapa (Santa Inés, Oricurí, Picos, Salgueiro, Custodia, camino a Recife)

La música es un viaje pero no necesariamente un viaje es música. Es una forma un poco negativa de empezar pero me ocurre que estoy aún enredado en la problemática del tiempo y cavilo sobre el sentido que tiene hacer crónicas de viajes y música.

Viajes y música dos formas exquisitas de vivir el tiempo. La crónica (del griego khronos: tiempo) es la relación de lo que ocurre en el tiempo. Una crónica es por fin una relación subjetiva de los acontecimientos acaecidos en un cierto tiempo. Vivo para contar lo que vivo y lo que vivo es la belleza transida de formas, sensaciones y emociones en lugares y sonidos. Una cónica de viaje es lo más cercano a una poética del yo. Vivo mi tiempo. No estoy huyendo ni a la deriva pudo ser la costa del Adriático, pudo ser música punk. Es lo que quise que fuera y lo que quiero que sea. Constato en mi arrogancia que soy insoportable.

Otra de las cosas que me transforman en un ser insoportable es un equilibrio social que adquirí gracias a mi capacidad para surfear en la inestabilidad y la frivolidad.
Estoy en Santa Inés y ya tengo una primera noción de dos cosas que voy a nostalgiar de Brasil. Primero la costumbre no muy estética pero si saludable y secretamente placentera de escarbarse los dientes con un palillo de madera después de comer y segundo el sabor insólito y maravilloso de la Fanta Uva, una bebida que sería un extraordinario éxito como experimento de consumo en Chile. Al pasar recuerdo un viejo chiste judío que dice: “hay cosas que nunca se sabrían si no porque fueron secretas”.

Mientras avanzo por estos 2200 kilómetros pienso en hacer un remake de la película Fata Morgana de Werner Herzog. Atravesar Brasil haciendo un barrido con cámara al hombro mientras se suceden uno tras otro los caseríos y poblados levantados en las llagas de arcilla roja que le hizo el hombre a la selva en la Amazonia y al páramo sediento en el Nordeste. Imagino reemplazar las dunas de la versión original por el mapa que propone el cielo entre las ramas y el follaje de la tupida selva. Descubrir la sensualidad y la sensación elemental de este lugar excesivo. La voluptuosidad desbordada de los ríos, animales y árboles. El clima dominando el paisaje, como una componente síquica que modela el resultado de toda forma de vida.
La algarabía de las aves y el canto de un río con su corriente de aspecto calmo y secretamente poderoso en su hondura, preceden la aparición de una voz en off leyendo un códice oculto por muchos años que contiene el culto más antiguo y aún en práctica de las religiones mesoamericanas originarias. Exaltar la creación, el frenesí de los dioses por hacer algo perfecto y la torpeza y el absurdo de la humanidad en medio de toda esta turgencia.

Ya pienso en la banda sonora, 3 na Massa, Curumin, Costa a Costa, Marcelinho da Lua, Bezerra da Silva, Cassia Eller, Mestre Ambrosio, Antonio Horrencio, Dona Zefinha, Facada, Martinho de Vila.

Una canoa abandonada deslizándose hasta una catarata y la imagen repetida incansablemente de la caída en el vacío. Toma siguiente. Un vapor remontando la corriente de algunos de los afluentes del Amazonas. Voy construyendo mi película, una road movie de la desmitificación turística de Brasil y que da paso a la belleza cruda de lo que no queremos ver, afirmada en un texto apócrifo quizás que habla de la fundación del mundo y de las cosas y de la naturaleza brutal de la existencia condenada a la muerte. Un canto y un alarido, un poema conteniendo las imágenes más solitarias y dolientes de la tierra y la humanidad asediadas por el peligro que comportan en si mismas.

Intento extender este ejercicio hasta llegar a Recife. Combatir el tedio y la incomodidad creando e imaginando. Se suceden caseríos, poblados, pueblos y ciudades. La música en las pousadas va evolucionado lentamente desde la brega, el choro, el carimbó, las guitarradas, hasta el baión agitanado y el forró nordestino.

Pienso que estoy donde quiero estar, en Recife, capital del estado de Pernambuco, ni huyendo ni a la deriva sino porque aquí quiero estar. Desde el piso 24 del edificio Marajó en la Praça 13 de Maio en pleno centro de Recife y albergado por la bella Luciana Abreu, miro una panorámica de la ciudad durmiente, sonrío y recuerdo a Fernando Pessoa en su heterónimo de Alberto Caeiro:
“As coisas não têm significação: têm existência. / As coisas são o único sentido oculto das coisas”

Recife, Pernambuco.
1 Fevereiro 2009

Dj Negro Pésimo
www.myspace.com/djnegropesimo